miércoles, 22 de diciembre de 2010

Parte2/4-Aprender a educar sin gritos,ni castigos



Ayudar a los niños a resolver conflictos emocionales


Por Naomi Aldort
el poder del silencio
Aunque sabemos que en nuestra sociedad, por lo general, el silencio resulta incómodo, no decir nada puede ser lo mejor que podemos hacer para el bienestar emocional del niño. Escuchar atentamente y en silencio es un voto de confianza, respeto y amor. La escucha le da al niño un claro mensaje de que nos interesa, le aceptamos –sea cual sea su estado de ánimo–, confiamos en él o ella y respetamos su forma de descargar el dolor. Aun sabiéndolo, a veces me sorprendo a mí misma dándoles consejos a mis hijos, a pesar de mis buenas intenciones. Cuando me ocurre esto, me disculpo y sigo escuchando.
Si percibes que decir palabras de validación no hace más que aumentar el enfado de tu hijo o hija, acuérdate del silencio. El niño necesita ser escuchado, y ofrecerle el regalo del silencio es a menudo el mejor camino hacia el amor. La validación auténtica, sin interpretar los sentimientos del niño y sin juicios ocultos ni consejos, ayudan al niño a expresar sus sentimientos sin llorar, lo que lleva a su recuperación emocional. Aunque puede que nos sintamos incómodos ante la expresión dramática de sus emociones, para el niño es una forma saludable de dejarlas salir.
Más de una vez he escuchado juramentos de odio entre hermanos que gritaban: “¡No voy a volver a jugar nunca más con él!”, y yo no dije nada más que: “Oh” al final del todo, y siempre recibí al cabo de unos minutos el premio de una risa procedente de la sala de juegos. Cuando los sentimientos de odio se expresan libremente ante alguien que escucha con amor, el niño puede superar esa emoción y volver a experimentar amor y felicidad.


¿Y si un niño es “destructivo”?
Los padres formulan a menudo esta pregunta sobre la forma de expresión que elige su hijo o hija. “Sí –dicen–, todo eso está muy bien, pero ¿qué pasa si, para expresar su ira y ansiedad, el niño es destructivo o le hace daño a alguien?”
Empecemos por pensar qué significa “ser destructivo”. Si la acción es segura para todos, ¡dejemos que el niño lo haga! De hecho, padres y madres pueden alentar formas de agresividad no peligrosa, de manera que el niño sienta que tiene poder. Muchas agonías infantiles se deben a que se sienten impotentes, controlados e indefensos.
Un día, cuando uno de mis hijos tenía cuatro años, vació toda la ropa de su armario alegremente. Yo respondí con un dramático “¡Oh, no!” que le proporcionó el sentido del poder que estaba buscando. Yo volví a colocarlo todo en su sitio, solo para que él pudiera repetir la “terapia”. Confié en su necesidad de hacerlo y en la utilidad del proceso. Pasados dos meses jugando a esto y a otros “juegos de poder” que no comportaban riesgo alguno, este comportamiento desapareció, y con él un montón de estrés relacionado con los celos hacia su hermano que entonces era un bebé. (En mi libro Raising Our Children, Raising Ourselves –en español, Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos– hay todo un capítulo sobre las posibilidades casi milagrosas de los “juegos de poder” y cómo jugar a ellos).
Lo mismo puede aplicarse a los juegos agresivos entre niños. A menudo, jugar a luchar es una terapia muy eficaz para todos los que participan en ella, o simplemente pura diversión. Cuando nadie está sufriendo ningún daño de verdad, lo mejor es que los adultos nos apartemos a un lado. Una vez más, la norma es confiar. Si alguien se hace daño, vendrán a buscar ayuda. Cuando participa un bebé en el juego o nos preocupa algo en especial, podemos seguir nuestro instinto, observar y comprobar que todo está bien, pero deberíamos tratar de permanecer tan invisibles como podamos.
Hay muchos ejemplos de agresividad no dañina, así como actividades que pueden redirigirse muy fácilmente hacia otras más seguras. Si a un niño le gusta rasgar libros, esa actividad puede redirigirse hacia una pila de revistas viejas; pintar las paredes puede convertirse en arte sobre papel. Una simple necesidad de romper cosas se puede redirigir para encender una hoguera con una pila de madera al aire libre, o romper algún material inútil que tenemos intención de desechar. Cuando algo es seguro no es destructivo.

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